*Polifonías para comérselas*
Stefano Russomanno, en _ABCD Letras y Artes_ nº 827, 08.12.2007, pág. 55.
_Les plaisirs du palais. Chansons à boire (et à manger) à la table de Gargantua_. Ensemble Clément Janequin; dir.: Dominique Visse (Harmonia Mundi; 2 CD).
Un libro-disco del ensemble Clément Janequin, _Les plaisirs du palais_, con una cuidada selección de canciones polifónicas francesas del Renacimiento, reincide en la primordial conexión entre música y gastronomía.
Hubo épocas en las que música y gastronomía se mantuvieron asociadas en una estrecha alianza. Tal vez semejante vinculación resulte sorprendente a nuestros ojos, acostumbrados como estamos a separar placer estético y fisiológico, atribuyéndoles ámbitos de pertenencia distintos, cuando no antitéticos. Pero, si la comida es el alimento del cuerpo y la música lo es del espíritu, no debería extrañar que las dos hayan podido en algún momento compartir modalidades comunes de elaboración y presentación, seguir caminos paralelos o establecer terrenos de encuentro y de recíproco entendimiento.
Banquetes reales. El libro de Cristoforo de Messisbugo _Composición de las viandas en los banquetes y preparación general de los mismos_, publicado en 1559, es muy instructivo al respecto. A propósito de un banquete organizado el 24 de enero de 1529 por los duques de Ferrara, el autor refiere que el primer plato (pechugas de capón, codornices, _carabaccia_ de cebollas, hojaldres de piñones, empanadillas, anguilas envueltas en pasta real...) fue acompañado por una música de Alfonso de la Viola a cinco voces y conjunto instrumental formado por cinco violas, clave, laúd y dos flautas; el segundo plato (francolines, albóndigas rellenas, salchichas blancas, lechecillas de ternera con azúcar y canela, carpas fritas con sésamo, rodaballos...) estuvo amenizado por madrigales a cuatro voces; en el tercero (perdices asadas, tórtolas, conejos, lampreas, tartitas de castaña...), intervinieron grupos de voces e instrumentos (laúd, viola, flauta y trombón); y así por el estilo, hasta llegar al octavo plato (ostras, naranjas y pimienta, nata montada, merengue...), servido con música de dos dulzainas, cornetto y trombón.
Dos géneros musicales nacieron con el preciso objetivo de acompañar los platos y la digestión. La _chanson à boire_ y la _tafelmusik_ se encargaron de realzar el deleite culinario en una época marcada a menudo por la indigencia y las carestías. De este filón nacerían colecciones que ya en sus títulos manifiestan la asombrosa combinación entre gusto y oído: el _Banquete musical_, de Schein, o --con metáfora poética aún más airosa-- la _Mensa sonora_, de Biber. Para mesas más aburguesadas, escribe Telemann su _Tafelmusik_, cuya variedad tímbrica y estilística intenta reproducir con medios musicales la riqueza y exquisitez de platos propias de los banquetes de la aristocracia."
Banquetes reales. El libro de Cristoforo de Messisbugo _Composición de las viandas en los banquetes y preparación general de los mismos_, publicado en 1559, es muy instructivo al respecto. A propósito de un banquete organizado el 24 de enero de 1529 por los duques de Ferrara, el autor refiere que el primer plato (pechugas de capón, codornices, _carabaccia_ de cebollas, hojaldres de piñones, empanadillas, anguilas envueltas en pasta real...) fue acompañado por una música de Alfonso de la Viola a cinco voces y conjunto instrumental formado por cinco violas, clave, laúd y dos flautas; el segundo plato (francolines, albóndigas rellenas, salchichas blancas, lechecillas de ternera con azúcar y canela, carpas fritas con sésamo, rodaballos...) estuvo amenizado por madrigales a cuatro voces; en el tercero (perdices asadas, tórtolas, conejos, lampreas, tartitas de castaña...), intervinieron grupos de voces e instrumentos (laúd, viola, flauta y trombón); y así por el estilo, hasta llegar al octavo plato (ostras, naranjas y pimienta, nata montada, merengue...), servido con música de dos dulzainas, cornetto y trombón.
Dos géneros musicales nacieron con el preciso objetivo de acompañar los platos y la digestión. La _chanson à boire_ y la _tafelmusik_ se encargaron de realzar el deleite culinario en una época marcada a menudo por la indigencia y las carestías. De este filón nacerían colecciones que ya en sus títulos manifiestan la asombrosa combinación entre gusto y oído: el _Banquete musical_, de Schein, o --con metáfora poética aún más airosa-- la _Mensa sonora_, de Biber. Para mesas más aburguesadas, escribe Telemann su _Tafelmusik_, cuya variedad tímbrica y estilística intenta reproducir con medios musicales la riqueza y exquisitez de platos propias de los banquetes de la aristocracia.
De Bach a Rossini. Música y comida tienen una larga historia de similitudes. El arte de preparar carnes y verduras encuentra algún tipo de reflejo en los procedimientos para "cocinar" los sonidos. La polifonía, por ejemplo, se ha apoyado a veces en metáforas gastronómicas, como es el caso de las "ensaladas" de Mateo Flecha el Viejo o la "fricasea" de Henry Freneau. Las complicidades pueden surgir donde uno menos las espera. En la última de sus _Variaciones Goldberg_, Bach realiza una utópica fusión entre placeres físicos y espirituales, al emplear una melodía popular que dice algo así: "Si mi madre me hubiese cocinado carne, me habría quedado más tiempo; coliflores y nabos me han hecho huir". Por si la cita antivegetariana no fuera suficiente, Bach dedicó una cantata a la celebración de las virtudes del café.
Acaso la mayor simbiosis entre música y comida se haya dado en la persona de Gioacchino Rossini. "El estómago es el director que dirige la gran orquesta de nuestras pasiones", afirmó un día este artista igualmente dotado para la cocina y la composición, que se desvivía por los macarrones y las trufas. Amigo del célebre chef Antonin Carême (quien dijo de él: "Es el único hombre que me ha entendido"), Rossini desarrolló una imaginación musical que parece estar asentada en una conexión subliminal entre oído y paladar. Las recargadas ornamentaciones de sus melodías pueden mirarse como si fuesen opulentas guarniciones o rellenos; sus ritmos se adhieren a cuidadosos procesos de cocción (¿qué es el célebre _crescendo_ rossiniano sino un grandioso fermentar de la masa sonora?).",1]
De Bach a Rossini. Música y comida tienen una larga historia de similitudes. El arte de preparar carnes y verduras encuentra algún tipo de reflejo en los procedimientos para "cocinar" los sonidos. La polifonía, por ejemplo, se ha apoyado a veces en metáforas gastronómicas, como es el caso de las "ensaladas" de Mateo Flecha el Viejo o la "fricasea" de Henry Freneau. Las complicidades pueden surgir donde uno menos las espera. En la última de sus _Variaciones Goldberg_, Bach realiza una utópica fusión entre placeres físicos y espirituales, al emplear una melodía popular que dice algo así: "Si mi madre me hubiese cocinado carne, me habría quedado más tiempo; coliflores y nabos me han hecho huir". Por si la cita antivegetariana no fuera suficiente, Bach dedicó una cantata a la celebración de las virtudes del café.
Acaso la mayor simbiosis entre música y comida se haya dado en la persona de Gioacchino Rossini. "El estómago es el director que dirige la gran orquesta de nuestras pasiones", afirmó un día este artista igualmente dotado para la cocina y la composición, que se desvivía por los macarrones y las trufas. Amigo del célebre chef Antonin Carême (quien dijo de él: "Es el único hombre que me ha entendido"), Rossini desarrolló una imaginación musical que parece estar asentada en una conexión subliminal entre oído y paladar. Las recargadas ornamentaciones de sus melodías pueden mirarse como si fuesen opulentas guarniciones o rellenos; sus ritmos se adhieren a cuidadosos procesos de cocción (¿qué es el célebre _crescendo_ rossiniano sino un grandioso fermentar de la masa sonora?).
La música de Rossini rebosa de formas anchas, redondas y grasas, que desfilan ante el espectador como asados, pastas, pescados, postres... Para sellar este fervor culinario, el compositor organizó el cuarto volumen de sus tardíos _Péchés de Vieillesse_ a modo de menú: ocho breves piezas pianísticas dedicadas respectivamente a rábanos, anchoas, pepinillos, mantequilla, higos secos, almendras, uvas y avellanas.
Alrededor de Gargantua. Música y comida vuelven a reunirse en una elegante edición del sello Harmonia Mundi. Bajo el título de _Les plaisirs du palais. Chansons à boire (et à manger) à la table de Gargantua_, se recuperan dos discos de 1994 y 2001, cuyo contenido constituye un sabroso festín de canciones polifónicas profanas del Renacimiento francés, en excelentes versiones del Ensemble Clément Janequin. Y no es todo. Este variado menú --que incluye piezas de Sermisy, Freneau, Compère, Certon, Clemens non Papa, entre otros-- viene acompañado de un suculento librito con representaciones de naturalezas muertas y bodegones de la época, junto a una serie de recetas de cocina renacentistas (una advertencia para el comprador: los textos vienen en francés, inglés y alemán, pero no en español).
La música de Rossini rebosa de formas anchas, redondas y grasas, que desfilan ante el espectador como asados, pastas, pescados, postres... Para sellar este fervor culinario, el compositor organizó el cuarto volumen de sus tardíos _Péchés de Vieillesse_ a modo de menú: ocho breves piezas pianísticas dedicadas respectivamente a rábanos, anchoas, pepinillos, mantequilla, higos secos, almendras, uvas y avellanas.
Alrededor de Gargantua. Música y comida vuelven a reunirse en una elegante edición del sello Harmonia Mundi. Bajo el título de _Les plaisirs du palais. Chansons à boire (et à manger) à la table de Gargantua_, se recuperan dos discos de 1994 y 2001, cuyo contenido constituye un sabroso festín de canciones polifónicas profanas del Renacimiento francés, en excelentes versiones del Ensemble Clément Janequin. Y no es todo. Este variado menú --que incluye piezas de Sermisy, Freneau, Compère, Certon, Clemens non Papa, entre otros-- viene acompañado de un suculento librito con representaciones de naturalezas muertas y bodegones de la época, junto a una serie de recetas de cocina renacentistas (una advertencia para el comprador: los textos vienen en francés, inglés y alemán, pero no en español).
Si para Messiaen la composición musical es un juego de luces, para los compositores del Renacimiento francés ésta es sobre todo el resultado de una combinación de sabores: salados, picantes, acidulados, azucarados... Un melisma puede servir de guarnición, una disonancia de especia. Polifonías para comer, y para comérselas.Si para Messiaen la composición musical es un juego de luces, para los compositores del Renacimiento francés ésta es sobre todo el resultado de una combinación de sabores: salados, picantes, acidulados, azucarados... Un melisma puede servir de guarnición, una disonancia de especia. Polifonías para comer, y para comérselas.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
martes, 11 de diciembre de 2007
I ara? Segona part
Com no repetir tópics.. com fer un blog original i alhora comprensible? Quin contingut ha de tenir aquest blog?
Grans preguntes que encara no tenen resposta...
Això passa per fer les cosses amb antelació; sense pensar en els resultats.
Per ara segueixo treballant en el meu espai musical, tenint idees moltes i portant alguna a la realitat material.
Fins aviat!
Per sort aixó no ho llegeix ningú, per que deu ser massa patetic.
Grans preguntes que encara no tenen resposta...
Això passa per fer les cosses amb antelació; sense pensar en els resultats.
Per ara segueixo treballant en el meu espai musical, tenint idees moltes i portant alguna a la realitat material.
Fins aviat!
Per sort aixó no ho llegeix ningú, per que deu ser massa patetic.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
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